23/12/15

UNA HISTORIA DE ACOSO LABORAL E HIPOCRESIA NAVIDEÑA. ARTÍCULO DE OPINIÓN.

María* tiene un trabajo. Pero no está contenta.

María a veces llega a su casa, abre el mueble bar y se toma una copa de brandy buscando olvidarse del desplante de hoy,  mientras su marido le mira sin saber qué decirle.

María oye como hablan bajo y luego ríen en voz alta. Imagina, y acierta, están hablando de ella.

María va a un ginecólogo de pago porque el de la Seguridad Social solo está por la mañana y no se atreve a pedir permiso, y menos, para eso porque se estarían riendo de ella 3 días.  El ginecólogo le pregunta si mantiene relaciones con su marido.  María se echa a llorar en la consulta.

A menudo se forman corrillos no muy lejos de donde está y hablan de ella en voz alta para que oiga que ellos siempre serán mucho mejores.


María tiene un superior que le trata con expresiones como “mueve el culo” o  "estás gorda"  y no contesta, no puede. Se paraliza en esos momentos.  Los demás lo oyen.  Les parece bien. Algunos se rían.


María a menudo se toma  valeriana para poder ir al trabajo a sabiendas de que van a acercarse a su mesa  del modo más despectivo posible. Sabe que cuando esté allí nadie le va a decir ni "por favor" ni "gracias"

 María sabe de que nadie le va a agradecer sus ideas sobre todo porque siempre se las auto-adjudicaran los demás como si fueran propias.


Hace tiempo dejó de quejarse de las constantes interrupciones que sufría y del elevado tono de voz, porque en vez de hacerle caso le decían “que se acostumbrara”. Simplemente se para y se espera a que terminen de contar lo que van a hacer para comer, la bici que se ha comprado el marido... y todas esas cosas. Sabe que si trabaja con tanto ruido es fácil equivocarse y prefiere ser lenta que cometer errores. El resultado será el mismo: siempre ella será la culpable.

María se siente desmotivada. El analfabetismo en tema de relaciones laborales de sus superiores junto a la mala educación que demuestran a diario, le resultan imposibles de digerir, sabe que haga lo que haga, nunca lo hará lo suficientemente bien y la seguirán tratando como una marioneta.  Le cuesta concentrarse.  Desde su mesa permanece asustadiza sabiendo que en cualquier momento van a volver a herir sus sentimientos.

María está en un grupo de mensajería instantánea del trabajo. Nadie contesta a sus mensajes relacionados con su puesto. En cambio, cuando algún otro miembro del grupo escribe algo o cuenta un chiste, todos comentan lo gracioso que es.  Cuando está en casa y observa ese ninguneo así, por escrito, llora aprovechando que su marido no está en casa y no la ve.

Sabe que se van a reir de ella simplemente porque cuando están todos LOS ACOSADORES juntos disfrutan con ello, se divierten.





María tocó fondo hace meses, el médico, cuando volvió a verla llorando en la consulta,  desde su cómodo puesto fijo del que nadie le va a tirar, le recomendó no solo que cogiera la baja por depresión, sino que denunciara porque claramente era un tema de MOBBING. Pero ella no podía hacer eso porque si cogiera la baja, o tuviera que ir a juicio, el trabajo podría ser un infierno todavía mayor y lo que es peor, se quedaría sin trabajo.  Con sus 45 años, nunca podrá encontrar trabajo en otro sitio. El médico, no pudiendo hacer otra cosa, compadecido, le aumentó la medicación.




María habló con su familia y amigos de lo mal que se encontraba.  Y entre todos, le dieron la fuerza.  



Porque nuestra María no está sola.  Hay gente que la quiere, tiene detrás seres maravillosos que  apuntalan su autoestima para que no se derrumbe. Se siente amada y toda esa mierda destructiva que en su trabajo lanzan contra ella y todo eso la está convirtiendo en alguien mucho más fuerte de lo que era, incluso antes de ser acosada.  Es como si el refrán ese  de "lo que no te mata te hace más fuerte" se hubiera hecho persona en nuestra querida María.

Buscando maneras de sentirse fuerte y que los demás la vieran, dejó de ponerse cualquier cosa para ir a trabajar y aparecer más estupenda que nadie. Fastidia a sus acosadores, no tanto por vestir mejor que ellos, sino porque cuando alguien está destrozado, suele tener mal aspecto.  Y María no lo va a permitir.  Pero en realidad no busca fastidiar a nadie, sino simplemente, sentirse poderosa de alguna manera.  Y en este caso, le funciona.  Es el primer paso de los que vendrán detrás.   Antes entraba al edificio corriendo, procurando que la vieran lo menos posible.  Ahora entra caminando despacio, se va a su mesa y deja el bolso, se dirige al perchero, pasa por delante de todo el mundo, se quita el abrigo y se vuelve andando a su mesa.  Es más parece que todo esto del nuevo aspecto los ha descolocado un poco y el nivel de acoso ha bajado.  Los acosadores disfrutan viendo el deterioro y la sumisión de la persona acosada y María ya no lo parece.



Y llega Navidad. A María le dicen que les gustaría que fuera a la cena de empresa. María sabe que es verdad,  pero no por compartir mesa con ella, sino para incluso en esta fechas, divertirse una vez más arrinconándola e ignorando su presencia, evitando todo el mundo sentarse con la friki de la oficina. Este año ha sido el primero en el que no ha cedido a la presión y no ha ido porque no le ha dado la gana.


Nochebuena, Navidad...  María recibe mailings y whatsaps, incluso algún pps de los mediocres que cada día la tratan como un trapo y luego le felicitan las fiestas y porque en su egolatría, piensan que lo que escriben es muy bonito. Y María se siente mal al contestarles porque no deja de ser un acto de hipocresía. Incluso se tiene que dar besos con esa gente que le da tanto asco. Porque donde no hay respeto, es absurdo hablar de “Amor y paz”.


Me pregunto cuántas Marías hay en el mundo sufriendo acoso y desprecio en el trabajo y lo que representa para ellas tener que escuchar el dichoso “Felices Fiestas”. Me pregunto cuántas personas en lugar de tener un trabajo, tienen que ir a un infierno para poder llevar dinero a su casa. Me pregunto cuántas personas así abusan de ansiolíticos, me pregunto cuántas se refugian en el alcohol, me pregunto cuántas han pensado en el suicido,  me pregunto cuántas personas lloran a escondidas en el baño de la empresa, me pregunto cuántas no pueden sacar fuerzas de donde las saca María... me pregunto cuántas disimularán ante sus familias estas fiestas lo desgraciados que son en su trabajo mientras sus acosadores en sus casas brindan felices con el cava que ellos mismos han elegido porque saben más y son más listos que nadie. 

Pero no me pregunto, no me atrevo,  cuántos de estos últimos hay.  Porque esa cifra me da mucho miedo.  


* María es un personaje ficticio compuesto por las experiencias de distintas personas que conozco.

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